martes, 18 de septiembre de 2007

Olvidarse de todo...

¡Cómo tenemos la cabeza! Como un hervidero de ideas, preocupaciones, música... ruido. Al menos así tengo yo mi cabeza, trabaja sin cesar. A veces pienso en trabajo, otras en preocupaciones propias, otras veces en otras personas y otras muchas en tonterías o cosas ociosas. Con tanta actividad "neuronal" la cabeza se convierte en un estorbo para el alma. No sólo la cabeza, también los sentidos.

Por eso algunas veces, me gusta retirarme del mundo y entrar en una iglesia. Me gustaría dejar el cuerpo y la cabeza aparacados como una bicicleta a la entrada, pero esto, desgraciadamente, no es posible. Una vez dentro de la iglesia las cosas empiezan a cambiar, el silencio, la luz tenue... Y Cristo en el sagrario. Entonces me arrodillo consciente de la presencia de Dios. Poco a poco el mundo y mis pensamientos se desvanecen, me olvido de todo y por unos instantes toda mi atención y todo mi afecto es para Dios. Me siento relajado, consolado y feliz. Y también siento como Cristo me sonríe. Luego sales con muchísima paz, aunque a veces parece que el mundo te da una "bofetada" al salir de la oración, con ruidos, blasfemias, obscenidades... Durante mucho tiempo fui a una misa que tenia un quiosco a la misma puerta lleno de revistas pornográficas y tenía que salir mirando las nubes (o mis pies)

No voy a engañar a nadie, esta espiritualidad no la consigo demasiado a menudo. Otras veces entro y salgo de la iglesia o escucho misa como si fuera una maceta o un banco. Pero un día, normalmente inesperado, porque estás muy contento o porque estás muy triste quizá, encuentras esa sintonía y parece que se apaga el ruido y suenan de nuevo los violines del cielo.

Esos pequeños ratos de unión íntima con Cristo, con la Virgen son los que luego me dan fuerzas para perseverar con todo, con mi fe y con las asperezas de la vida. Y creo que todo el mundo debería vivir esto, Cristo esta para todos y no es dificil llegar a él. Tan sólo un poquito de recogimiento, olvidarse de todo y pensar en Él.

martes, 11 de septiembre de 2007

Flames to dust

Hoy escuchando la radio en el coche una canción me ha llamado la atención, sobretodo por una parte de la letra:

Flames to dust
Lovers to friends
Why do all good things come to an end?


"Las llamas se convierten en polvo, los amantes en amigos, ¿Porqué todas las cosas buenas se acaban?"

Que triste es la existencia humana cuando se pone el corazón en las cosas de este mundo... Incluso perdemos la ilusión en las personas...dejamos a nuestros padres y nuestros hijos nos dejan, los amigos pasan... el amor de pareja se pierde... Todo acaba perdiendo su sentido sino vemos a Dios en las personas y en la Creación.

La Fe da alas, vista de pájaro; Para saber utilizar los bienes y conformarse con poco, para ser generoso, para no derrochar o pavonearse de unos bienes materiales que tan pronto como vienen se pueden ir y que jamás llenaran nuestra alma.

Y más alla de lo material; el amor... ¿Qué sentido tiene si sólo lo consideramos algo meramente humano? Por eso los matrimonios se divorcian, los hermanos se pelean ,los abuelos son abandonados y los amigos traicionados.

Es verdad que hay personas no creyentes que aman a sus familiares y amigos con sinceridad y constancia durante toda su vida, pero es que hasta el amor de un ateo proviene del amor de Dios. Y sobretodo ¡Qué fácil es para el que tiene fe en Dios, amar a los demás con caridad! Y perseverar por siempre (he aquí las estadísticas de éxito de los matrimonios y de las familias católicas)

FLAMES TO DUST (Llamas en polvo)... Los que tenemos experiencia de Dios podemos decir que esto es una gran mentira, porque las llamas del amor de Dios crecen y crecen y si nos acercamos incendian nuestro corazón para amarle a El y amar a las personas. Y estas llamas no las apaga ni la muerte.

LOVERS TO FRIENDS: Segunda mentira. Cierto que la pasión desaparece, pero el amor no. Las promesas del matrimonio pueden durar toda la vida.

WHY DO ALL GOOD THINGS COME TO AN END (¿Porque todas las cosas buenas se acaban?): Dios es eterno y nuestro destino es la eternidad. Lo único que se acaba es esta vida material, que no es precisamente la mejor. No debemos aferrarnos a las cosas mas o menos agradables de esta vida, sino aferrarnos a la esperanza de llegar a la eternidad para gozar de Dios para siempre.

No creo que Nelly Furtado, autora de esta canción, lea mi artículo, pero su canción es un resumen del sentir de la nueva era y yo muestro mi oposición a este sentir a esto de "vamos a calentarnos todo lo que podamos antes de que la llama se apague".

lunes, 3 de septiembre de 2007

Obras son amores

He estado pensando que en nuestra sociedad es bastante fácil sentirse satisfecho de uno mismo. Sentirse "buena gente". En muchas personas no requiere ningún esfuerzo, es decir, con su propia naturaleza, su forma de ser, es suficiente para ser un buen ciudadano, que respeta a los demás y aparentemente no le hace mal a nadie.

Se escucha habitualmente "lo que cuenta es ser buena persona"... Y ser buena persona, con las necesidades básicas cubiertas, es relativamente fácil. Sobretodo con la familia y amigos... Porque hablar mal de los vecinos, insultar en el coche o pasar olímpicamente de nuestros familiares ancianos son cosas que a nuestros colegas no les importan para seguir considerándonos buena gente... ¿no?

Un cristiano debe hacer una reflexión profunda y sencilla; ¿Soy bueno de verdad? - La gente dice que sí, pero... ¿mi conciencia me dice que hago todo lo posible por ser bueno? ¿Y Dios que ve en lo oculto, en todos nuestros secretos, piensa que soy bueno? ¿Cómo mide Dios la bondad?

Para Dios no basta con ejercer nuestra simpatía natural, eso es lo "normal". Se puede ser simpatiquísimo y no ser bueno. O ser puede ser un poco ogro y encerrar una gran persona dentro. El baremo para medirnos son las obras, los actos, "obras son amores", las que cuestan, es decir, los sacrificios.

Los sacrificios a veces son tan sutiles que nadie se da cuenta, y son los que le hacen a una persona ser buena de verdad y ser agradable ante los ojos de Dios.

Sacrificio es morderse la lengua antes de un ataque de ira que va a dejar chafado a alguien. O escuchar un rato a esas personas carcomidas por la soledad; ancianos, mendigos, marginados... O donar dinero (no calderilla) a paises que lo necesitan.

Pero no sólo existen los sacrificios por el prójimo, los sacrificios más valiosos son los que hacemos por Cristo y por la Iglesia; asistir a la santa misa cuando no nos apetece, ser valientes y defender a la Iglesia cuando la calumnien en nuestra presencia, acordarse de Jesús que está día y noche en el sagrario esperando nuestra visita, privarnos de películas, conversaciones o actividades que nos encanten pero que en su fondo nos alejan del pensamiento y de la voluntad del Señor.

En el sacrifio, en la cruz, está el amor. Como estuvo Jesucristo por los hombres. Y sin embargo en la cruz más que dolor o sufrimiento hallamos felicidad y plenitud.